El objetivo principal de la educación es crear personas capaces de hacer cosas nuevas, y no simplemente repetir lo que otras generaciones hicieron.
Jean Piaget

domingo, 28 de septiembre de 2014

Concepto de infancia en la edad media y en la modernidad:
Edad media:
Uno de los hechos más significativos del niño en el medioevo es que no hayan quedado registros acerca de él. Cuando por razones religiosas debía hacérselo, el niño aparece como un adulto en miniatura. Esa ausencia de representación se debe a que la realidad infantil en la Edad Media no merecía atención. No había educación sino aprendizaje del joven que convivía con adultos, de quienes aprendía ayudándolos. La separación del mundo de los niños del de los adultos era ignorada, ambos convivían mezclados en una vida social consolidada por fuera de la familia que fue bien ilustrada por Brueghel. No había juegos, ni juguetes, ni vestimentas especiales para niños. La mortalidad infantil era elevadísima, se engendraban muchos hijos para conservar sólo algunos y la vida del niño se consideraba con la misma ambigüedad que la de un feto de hoy en día. La infancia era así un pasaje sin importancia. El niño era la forma inmadura de un adulto no demasiado interesante ni merecedora de trato especial: había que soportar ese estado esperando su maduración, como se espera que una breva devenga higo.
Modernidad:
El concepto de infancia en la modernidad es bien diferente. El niño es concebido como inocente, sin maldad ni sexualidad. Por ello es pensado como frágil e indefenso y debe ser protegido del desvío de los adultos. A la inversa del medieval, concita al máximo el interés de una familia y una sociedad que lo cuida y lo educa para que "se forme bien". Es una "promesa de futuro". Si se lee eso como una negación, el niño sólo cuenta en tanto lo que será. El paradigma princeps de la modernidad fue el del progreso. En su misión de formar al niño, "el hombre del futuro", la familia moderna fue asistida (¡y controlada!) por decenas de instituciones. La infancia moderna generó así niños excelentes como receptáculo de las proyecciones adultas en búsqueda de un ideal de perfección no ya divino, como en la Edad Media, sino humano. El niño debía ser en un futuro lo que los adultos no habían sido. La transmisión generacional va así, en la modernidad, de adultos "iluminados" a niños "a formarse" para el futuro.



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